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6 de abril de 2016

Refugiados del Congo buscan la paz luchando por el sueño Olímpico

Con apoyo del centro de referencia del judo brasileño, Popole Misanga y Yolande Mabika (foto) entrenan para conquistar un cupo en el equipo del COI

Llegaron a Río de Janeiro a finales de agosto del 2013 sin mayores expectativas. Venían a competir en el Mundial de Judo representando a su país, la República Democrática del Congo (que se independizó de Bélgica en 1960 y que entre 1965 y 1996 adoptó el nombre de Zaire), para ganar experiencia. Dos años y siete meses después, aún están en la ciudad.

Sin patria para defender, trabajan para lograr algo extraordinario: participar de los Juegos Olímpicos Rio 2016 como parte del primer equipo de atletas refugiados que el Comité Olímpico Internacional (COI) va a seleccionar para competir bajo su bandera. Serán de cinco a 10 nombres a ser anunciados oficialmente en junio.

La semana pasada, Popole Misenga, de 24 años, y Yolande Mabika, de 28, firmaron en la sede del Comité Olímpico de Brasil una carta de intención para participar del programa Solidaridad Olímpica del COI. Ahora recibirán ayuda financiera y más orientación técnica, la cual ya reciben desde hace un año del Instituto Reação, una ONG capitaneada por el medallista Olímpico brasileño Flávio Canto, figura del judo nacional.

"Es mi sueño, el sueño de muchos africanos. El Comité nos comprendió como seres humanos y nos está dando esta oportunidad... Voy a luchar por todos los refugiados"

 

¿Por qué pidieron refugio en Brasil?

Yolande fue la que decidió huir del hotel en el centro de Río donde paraba la delegación del Congo. Defraudada por la atención que dispensaban los dirigentes de su país, ella no llegó a competir en el Mundial del 2013. "Ellos nos dejaron solos, sin dinero y sin comida por dos días", recordó. Eso se sumó a la revuelta por malos tratos a lo largo de dos años: cuando perdíamos, contó Popole, los entrenadores nos obligaban a dormir en celdas. Él llegó a competir en el Mundial, pero fue eliminado en la primera lucha castigado por, irónicamente, falta de combatividad.

Sin saber hablar portugués, Yolande caminó por el centro de Río, abordando a todos los afroamericanos en la calle con la expectativa de que alguno fuera africano. Dos días después, y tras una noche durmiendo en la calle, ya tenía contactos en el barrio Brás de Pina, en la favela de Cinco Bocas en el norte de la ciudad, donde se concentra buena parte de la comunidad de congoleses radicados en Río. La judoca mandó a una amiga a buscar a Popole al hotel y los dos se reencontraron.  "La gente se abrazaba, fue una alegría", rememoró. Los dos años siguientes, sin embargo, iban a ser muy difíciles.

 

Brasileños por opción

El fuerte acento en su portugués es sólo un detalle. Popole ya está a gusto en Río de Janeiro: hincha por el Flamengo, aprecia el pagode (un ritmo brasileño), le gusta el film "Cidade de Deus", y adora al açaí y la sopa de guisantes que prepara su mujer. "Mi hijo es carioca", dijo como si contara con ventaja por eso.

"Quiero ganar una medalla e inspirar a los refugiados de todo el mundo. Pero después quiero seguir aquí en Río. Dios le puso mucha magia a esta ciudad "

Popole Misenga

Yolande también quiere seguir disfrutando de la ciudad, viviendo del deporte o de alguna profesión relacionada con él. "Si me la paso recordando, dando vuelta a cuestiones de mis padres, voy a quedar mal de la cabeza. Quiero pensar en Brasil como mi casa. Nunca voy a olvidar como el país me recibió", relató emocionada.

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