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7 de abril de 2016

La casa que los dólares del Augusta National no pudieron comprar

El club que organiza el Masters expande sus dominios adquiriendo propiedades a su alrededor a golpe de billetera, pero los dueños de una vivienda se niegan a vender y quedó sola en medio del gigantesco estacionamiento del torneo

"Somos diferentes", se jactan las autoridades del Augusta National, el club de golf más poderoso del mundo. Y con esa actitud de autosuficiencia lograron que el Masters se convirtiera en el torneo más prestigioso del mundo, en una puja constante con el Abierto Británico y el US Open. La entidad que preside Billy Payne tiene la capacidad para moverse a piaccere con su inagotable capacidad económica. Por ejemplo, hace desaparecer cosas a su alrededor para ampliar sus dominios: árboles, viviendas, caminos, lo que sea. Si quiere algo lo compra, una filosofía de los últimos 15 años con el fin de seguir corriendo sus fronteras un poco más allá.

El club que entrega el saco verde fue capaz, por ejemplo, de comprar y barrer de un plumazo un barrio entero para habilitar un enorme estacionamiento, que coincide con la puerta 6-A donde ingresa la masa de espectadores y los periodistas acreditados. Sin embargo, Augusta National todavía no pudo con una sencilla casa de tres dormitorios ubicada en 1112 Stanley Road, construida en 1959, propiedad de Herman y Elizabeth Thacker.

 

Los Thacker criaron allí a sus dos hijos, y luego la familia se agrandó con cinco nietos y cinco bisnietos. En esa casa con ladrillos a la vista supieron encontrar la forma de pasar las vacaciones todos juntos a través del tiempo. Según relata el sitio NJ.com, de New Jersey, hasta las más altas autoridades tocaron la puerta para convencer a los Thacker de vender la propiedad, pero la respuesta fue siempre la misma. "Gracias, pero no".

Están los dos convencidos. "Realmente no queremos irnos", dice Elizabeth. "El dinero no lo es todo", recuerda Herman. Nunca se vieron tentados en vender, más allá de que veían como uno tras otro, los vecinos no dejaban pasar la oportunidad y se llevaban montos de siete cifras después de concretar la venta. Quizás pocos de los miles espectadores que asistieron a las jornadas de práctica del Masters estos últimos días se habrán percatado de esa discreta propiedad, pero sigue ahí incólume, como un testigo cercano del incesante desfile de público.

 

 

Cuentan los Thacker que el hombre representante de Augusta sigue visitando la casa de tanto en tanto, con aire casual y bajo el recordatorio de: "Queremos hacerles saber que aún estamos interesados en su propiedad". Pero la respuesta es siempre la misma: un amable "no", no importa lo que ofrezcan. Alguna vez, Stanley Drive fue un modesto pero lindo barrio de Augusta. Había árboles de roble y hamacas, un entorno lo suficientemente tranquilo como para que los padres no se preocuparan de sus hijos. Y a la vez, era práctico: a metros de distancia está la Washington Road, que ofrece los principales centros comerciales de esta ciudad de 200.000 habitantes. Y a una distancia ínfima, lógicamente, el exclusivo Augusta National, siempre custodiado por cabinas de vigilancia, vallas y arbustos altos. Todo aquel vecindario fue arrasado.

Siempre según los datos rescatados por el sitio NJ.com, las primeras propiedades fueron compradas en 250.000 dólares. Pero a medida que fueron quedando menos, la oferta subió. El vecino William Hatcher solo resistió hasta 2013, año de su último "no". Finalmente, recibió US$ 960.000 por sus tres ambientes de 2704 Hillside Lane. "Mis hijos vieron la demolición, pero yo no pude", reconoce Hatcher.

Jerry Thacker, el hermano de Herman, aguantó también todo lo que pudo. Era dueño de una de las mejores propiedades del vecindario, una casa blanca colonial de dos pisos que estaba asentada sobre un terreno de primera categoría. Pero resulta que el Augusta National quería redirigir Berckmans Road, una calle ruidosa que corre a lo largo del borde de la cancha del Masters. La idea era mejorar el flujo de tráfico durante la semana del torneo. La nueva carretera -para la que el club prestó 17 millones de dólares a la ciudad de Augusta- estaba proyectada directamente sobre el jardín de la casa de Jerry. Y así fue como el club compró la casa colonial y otros dos inmuebles de esta rama de los Tucker en 3,6 millones de dólares. "No teníamos otra opción", aseguran. Sin embargo, contra el golpe de billetera, Herman y Elizabeth Thacker permanecen como vecinos ilustres del Augusta National, aferrados a sus raíces y sus recuerdos. Allí están..

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