Edgardo Bauza no es un mal DT de fútbol. Tiene un palmarés importante, incluso logrando cosas con mucho aroma a épica, como consagrar campeones de América a la Liga Deportiva Universitaria de Quito y a San Lorenzo de Almagro, club que jamás había conquistado el torneo hasta el desembarco del Patón. El tema es que la Selección Argentina no es ninguno de esos dos clubes. Aunque sí la Eliminatoria se le parece bastante a la Copa Libertadores: arbitrajes localistas (¡menos mal!), partidos picantes, cualquier error sale carísimo y la competencia es feroz. Pero el Patón no parece ser DT para un equipo con el linaje de la Selección Argentina. 

¿Justifica la urgencia de sumar puntos que la Selección juegue tan pero tan feo? Algunos, los resultadistas a ultranza, dirán que sí. Dirán que "nos fuimos a dormir estando en Rusia" y coincidirán con el análisis del DT, que habló de un partido "brillante" sólo porque se ganó. Entiendo, con algo de sorna e ironía. De lo contrario, estamos en problemas. Reales problemas.

Argentina protagonizó en la noche del jueves un partido vergonzoso, una verdadera afrenta a su historia, que lo tuvo dos veces campeón del mundo y otras tres como finalista. No hubo un plan de juego.  

No se puede entender como plan de juego abroquelarse detrás de mitad de cancha, pedirle al alcanzapelotas que no devuelta la pelota y aislar a Messi de toda posibilidad de ser explotado en materia ofensiva, donde mejor funciona. Algo que sabe hasta un nene de 4, 5 años. O incluso menos. Porque después es fácil caerle a Higuaín o a Agüero o a Di María o a Messi. Pero si el equipo no está pensado en función de ellos, con la mente en la ofensiva, ¿qué se les puede exigir? Higuaín tuvo una, Agüero media, Angelito algún buen arresto individual, Lio el penal y alguna "perlita" y mucha, pero mucha pelea. 

¿Qué quiso hacer Bauza? Ganar. Y Punto. Es lo único que le interesa. Y así lo verbaliza. Desprecia las formas profundamente. Y eso es parte de su plan. Cuando Bauza dice "perdimos la pelota", suena a falta de respeto, ya que Argentina nunca pensó un partido con la pelota bajo su control. Sí raspó. Sí pegó. Sí ensució el juego. Y tuvo mucha suerte en el travesañó que se puso por delante de Alexis Sánchez y en el "duende" que le enredó las piernas a Castillo. Y un arbitraje localista de un pito que por las dudas cobró offside de Fuenzalida y por el mismo motivo juzgó penal en el empujón a Di María. Así ganó, así marcha tercero en Eliminatorias y, hoy por hoy, estará en Rusia 2018.

El tema igual, debe ir mucho más allá. Bauza, que tiene mucho más éxito en vaticinar el éxito que en jugar como para conseguirlo, ya dijo en más de tres oportunidades que Argentina será campeón del mundo en Rusia 2018. ¿Sí? ¿En serio? Alguien se imagina a la Argentina capaz de aguantar un 1-0 jugando así ante Brasil o ante Alemania o ante algún equipo con mejor puntería que Chile. Porque si ayer Argentina ganó fue por la puntería: de Messi en el penal y de Alexis y Castillo en el área de Romero. Nada más. Es muy poco. Al menos como para ilusionarse con ser campeón del mundo. Muchísimo menos para afirmarlo. Hoy, lejos de parecer confianza, esos dichos caricaturizan al DT del equipo. 

Hay maneras y maneras de desaprovechar a la Selección Argentina. Batista eligió emular al Barcelona sin sus intérpretes y su fracaso hizo ruido. Maradona apeló a la épica propia y se chocó de frente con el fútbol ofensivo y voraz de Alemania, Martino pensó mucho, mantuvo el grupo, pero en los momentos decisivos falló casi tanto como en Barcelona, pese a que si ganaba alguna de las dos Copa América que disputó, ambas perdidas por la vía de los penales, quizás la historia hubiese sido distinta. Sabella fue quién más cerca estuvo del premio mayor: quizás no lució tampoco, pero al menos su Argentina transmitía algo. Esta versión de Bauza hace que no de ganas de ir a la cancha. ¿A ver qué? Mejor mirarlo por TV (mientras sea gratis, claro) y esperar a que llegue el Mundial. Ese parece ser el plan de Bauza.

Pero es riesgoso, en el camino se erosionará un grupo que se solidificó en Brasil 2014 y precisa oxígeno, no seguir exponiendo a Mascherano, Higuaín, Agüero, Biglia; en el camino se rifará prestigio; se desgastará la relación con el público (aún más). Y todo eso sin contar que jugando así, es muchísimo más probable perder que ganar, incluso perder antes que empatar. Si no era de penal, ¿cómo le hacía un gol Argentina a Chile? Ninguno de los resultadistas supieron responder aún.

Ahora viene La Paz. Un lugar donde Selecciones argentinas que sabían a lo que jugaban han caído estrepitosamente. Con la altura como atenuante/excusa siempre presente, la excursión al altiplano siempre generó dolores de cabeza en la Selección. Equipo que no podrá contar ni con Javier Mascherano, ni con Lucas Biglia, ni con Gonzalo Higuaín, ni Nicolás Otamendi, y que deberá, si o sí, variar. Pero no sólo de nombres, algo que se ve como urgente a partir de la próxima convocatoria.

También deberá cambiar de estilo, de formas. Mostrar ambición, hambre, juego. Al menos, una idea. Esto es Argentina, Bauza. Y hay que estar a la altura. Pero no la altura de La Paz. La altura de la camiseta y la altura de la historia.