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27 de marzo de 2024

A 30 años de la tragedia del Pato Morresi: el accidente que cambió la historia del Turismo Carretera

Su fatalidad fue la estocada final para las carreras en ruta. La historia del ídolo que no fue campeón, ganó ocho carreras, pero es uno de los máximos referentes de Chevrolet. El recuerdo de su preparador, de su hija y de Virginia Elizalde, con quien ganó en Buenos Aires

Consolidado como uno de los referentes más fuertes del TC, el 20 de mayo de 1990 venció en Buenos Aires luego de una épica lucha con el Pincho Castellano. “Siempre soñé con ganar así”, confesó el Pato luego de imponerse al entonces tricampeón que corrió con Ford y darle así una gran alegría a los del Chivo tras ganarle a su clásico rival y ante una multitud en el Coliseo del automovilismo argentino.

No nací para correr especulando, ni pensando en un título... Me gusta correr para ganar y por eso voy siempre al frente. A veces sale bien y otras...”, reveló sobre su estilo, que, no obstante, le permitió repetir tres victorias en 1991, el 17 de marzo y el 7 de julio en La Plata; y el 22 septiembre, en la única carrera hecha en el semipermanente Zárate-Campana. Más tarde, el 19 de abril de 1992, se impuso en la última competencia que el TC corrió en el Autódromo de Allen.

“A él le preparaba el auto Omar Wilke y en 1993, antes de la carrera en el Autódromo de Buenos Aires, me vino a ver porque quería que le hiciera los motores. Yo al principio no quise saber nada porque después de lo de Mouras no quería volver a enamorarme de un piloto ni hacer un auto más. Pero después de cuatro o cinco meses del fallecimiento de Mouras yo estaba muy complicado en lo económico y hablé con mis empleados, les informé el panorama para que cada uno pudiese buscarse otra cosa. Pero ellos me dijeron ‘eso es problema suyo’ y quisieron quedarse. Tuve que aceptar el pedido del Pato, que estaba haciendo un auto nuevo que se lo había empezado a construir Jorge Pernigotte”, recuerda Pedersoli.

“En 15 días armamos el diferencial, el tren delantero, alistamos el motor. Trabajamos día y noche”, destaca. Su sociedad empezó con el pie derecho ya que en esa primera carrera juntos ganaron el 18 de abril en Buenos Aires y con una invitada muy especial...

“Pensé que moría arriba auto”.

Por aquella época, Virginia Elizalde integraba el staff del programa televisivo 360 que iba por Canal 13. Ella era la propia protagonista de sus notas, ya que practicaba deportes extremos. Le propusieron subirse a un auto de carrera para ser acompañante en el TC. Pese a algunas dudas iniciales, fue el talismán del Pato Morresi en esa victoria en Buenos Aires del ‘93.

“Estaba en 360 y todo lo que hacía eran deportes extremos. Viajábamos un montón y cada vez que había algo nuevo para hacer acá nos preguntaban si nos animábamos a hacerlo. Entonces surgió la idea de que 360 estuviera presente en un auto de TC y lo contactaron al Pato para que yo fuera copiloto. Cuando me dijeron me dio un poco de miedo y mis hijas eran muy chiquitas en ese momento y dije ‘no, ¡a ver si todavía se quedan sin mamá!’ Le pregunté a mi hermano, que es fanático de los autos y le dije ‘me ofrecieron esto, ¿es peligroso?’ Y me dijo ‘si vos no lo aceptás lo acepto yo’ (risas). Ahí medio que me convenció. Fui a las prácticas y en la primera casi me morí. Sentí miedo y creí que nos matábamos en todas las curvas. Me gustan los autos y la velocidad, pero una cosa es manejar y otra es ir al lado y no sabés cómo va a reaccionar el piloto”, le relata Virginia a Infobae.

“El Pato, un divino total y también su acompañante (Jorge Marceca). Fue toda una experiencia nueva ya que nunca había estado en una carrera y me encantó. Yo no sabía que el TC era tan popular y estaba con mis hijas que eran tan chiquitas y recuerdo que crucé con ellas frente a una tribuna y me empezaron a insultaron y dije ‘¿por qué me insultan?’ Y una de mis nenas me dijo ‘es la tribuna de Ford’. Ahí entendí la pica enorme que hay entre Ford y Chevrolet”, destaca.

Además, recuerda lo cómoda que se sintió y cómo la impactó el fervor de la gente: “Me dijeron ‘despreocupate, concentrate en no marearte y en estar bien’. El Pato hacía todo y terminamos la carrera y fue increíble. Fue una sensación hermosa porque nunca vi tanto fervor en el público. Fue re lindo e impresionante”.

“Me impactó mucho el laburo de los mecánicos y la seguridad que me brindó la categoría. Todo el tiempo me preguntaban cómo estaba. Hoy, cada vez que veo el final, me emociona mucho y más escuchar el relato de Carburando con Cacho González Rouco. Cada vez que nos vemos con Cocho López me dice ‘che, me ganaste’, porque él le peleó el triunfo al Pato. Fue una de las mejores experiencias deportivas que tuve”, afirma.

Apunta que “el Pato después de la competencia había venido a 360 a contar sus experiencias”. Y admite que “fue re chocante cuando me enteré que falleció el Pato, y por su acompañante porque encima le saqué el lugar en la carrera de Buenos Aires”.

“Fui al Autódromo cuando la F1 había venido antes y había estado en los boxes. Pero estar arriba de un auto de carrera y correr me dejaron re lindos recuerdos. Me pasa hoy en día que hoy me subo a un taxi y me dicen ‘vos corriste con el Pato, ganaste en Buenos Aires’. Y pasaron 30 años. Ahí te das cuenta de la pasión de la gente por el TC”, concluye.

La tragedia.

En el mediodía del domingo 27 de marzo de 1994, Morresi largó adelante la final en el circuito semipermanente de La Plata. Se encaminaba a un triunfo necesario para darle pelea a la manada de Ford liderada por el entonces campeón, Walter Hernández, Jhonny DeBenedictis y Eduardo “Lalo” Ramos, entre otros. Pero en una recta el Pato pisó una mancha de aceite, su cupé Chevy perdió adherencia y salió despedido contra un talud. El impacto en la montaña de tierra fue letal para él y su acompañante, Jorge Marceca. La carrera se paró con bandera roja. Los trasladaron al Hospital General San Martín de La Plata y fallecieron. Fueron considerados ganadores post mortem, como ocurrió con Roberto Mouras y su acompañante Amadeo González.

Sobre el choque fatal, Pedersoli sentencia que “nunca estuve en contra de correr en la ruta. El problema fue la incapacidad y negligencia de la gente. Dejaron un talud de tierra de un año para el otro sin tocar. La tierra con el agua se juntó y eso es como si fuese un muro de concreto. Encima no había gomas para amortiguar el golpe”.

El preparador asevera sobre el deceso de Morresi que “su muerte fue instantánea, lo que pasa es que la ACTC (Asociación Corredores Turismo Carretera) debía decir que fue en el hospital”. Recuerda que “cuando me enteré de la muerte del Pato casi me desmayé. No podía creer que en tan poco tiempo otra vez se me moría un piloto. Yo perdí dos pilotos y dos copilotos (por Mouras-González y Morresi-Marceca).

Al igual que tras la muerte de Mouras, el silencio atroz invadió el circuito rutero más allá de la presencia de una multitud. “Algo que recuerdo como si fuera hoy es el silencio que se hizo. Cuando los motores se apagaron y el silencio invadía la ruta por un accidente había una sensación a que algo grave había pasado. Ves la cara de la gente y te preocupa más. Hoy vas a Lobos, al lugar donde se mató Mouras, y todavía se debe sentir ese silencio”, revela.

Pese a las muertes de Mouras, Morresi y otros, Pedersoli insiste que “ el problema es la incapacidad de la gente”. Y cuenta un caso: “Una vez en Olavarría la gente de la ACTC quiso poner tambores con 200 litros de agua para hacer una chicana. ¡Una locura! Eso es como chocar contra una masa de 200 kilos. Ante un impacto el piloto o el acompañante podían salir volando más allá de tener el cinturón de seguridad. O capaz, no contralar las alcantarillas”.

Sin embargo, Jorge guarda buenos recuerdos de las competencias ruteras, aunque, claro, de hace casi medio siglo atrás. “Las carreras en ruta eran apasionantes. Corrí tres carreras en ruta como acompañante de Mouras y fue una experiencia inolvidable. Por ejemplo, en el Gran Premio del Llano corrimos bajo nieve. Paramos y nos tiramos en la nieve a jugar como dos chico. También corrimos en Olavarría y Monte. Lo de la gente en la ruta era algo impresionante. Veía llegar los autos y estaba sobre el pavimento y cuando los autos llegaban se abrían. Era como un océano que se partía en dos”.

El dolor por las muertes de sus pilotos llevó a Pedersoli a una drástica decisión, que fue temporal, pero tomada desde el corazón: “Luego de lo del Pato dije ‘no me quiero enamorar más’. Porque en mi época un preparador estaba más tiempo con el piloto que con su mujer y toda la familia. Yo me encariñé mucho con Roberto (Mouras) y el Pato. Nos pasábamos 14 horas en el taller y nunca veía a mi familia. Pasaron unos meses y luego trabajé con Traverso y ganamos campeonatos, pero nunca más me volví a enamorar de un piloto. Miraba a un corredor y para mí era un tornillo”.

Después de la tragedia de Morresi, la ACTC disputó siete carreras más en la ruta (2 en 1994, 3 en 1995 y 1 en 1996 y 1997) y el 16 de febrero de 1997 disputó por última vez una competencia en un semipermanente y fue en Santa Teresita. Ese día fue un hito del TC ya que terminó con una era, nada menos que la despedida de los escenarios donde fue concebida la categoría allá por 1937.

“Extraño abrazarlo y escuchar su voz”

Paula Morresi y un seguidor de su padre en el museo de San Pedro que honra la memoria del Pato (Facebook Paula Morresi)

Paula Morresi, hija del Pato, también habló con este medio y recordó a su padre. “Mi papá era una persona muy alegre y divertido, recuerdo que yo siempre lo esperaba llegar a casa y cuando lo escuchaba ni bien ponía la llave en la puerta yo corría a darle un abrazo”, comenta.

“Si, es verdad que era muy divertido. Le gustaba cantar, cuando llegaba a mi casa siempre venia cantando. Una anécdota que me quedo muy grabada es que a él le gustaba llevar siempre dentro de su maletín de trabajo fotos mías y de mi hermano para mostrarles a la gente que no nos conocía, y en julio del ‘91 a mi me tuvieron que operar para cambiarme una válvula que tengo en el cerebro porque nací con hidrocefalia y me cortaron todo el pelo. Al año siguiente en enero del ‘92, viajamos con unos amigos a Estados Unidos a conocer Disney y yo tenia que sacarme la foto para el pasaporte sino no podía viajar y mi gran trauma era que tenia el pelo corto, pero no me quedaba otra que sacarme la foto. Entonces él se habia guardado las que sobraron y yo no queria que tuviera esas fotos y él me decia que no iba a mostrárselas a nadie y yo le dije ‘las rompés vos o las rompo yo’, y aunque no estuvo muy de acuerdo yo se las hice romper adelante mío”, afirma.

Además, revela que “lo que mas extraño es poder abrazarlo y escuchar su voz”. Si bien iba a verlo a las carreras, confiesa sobre el semipermanente donde se mató su padre que “cada vez que le tocaba correr en La Plata, ni yo puedo explicar porque no era que yo presintiera algo ni nada de eso, pero decía que no me gustaba ir y nunca había ido”.

Por último, admite que la ACTC nunca se puso en contacto con ella. “No, a mi nunca me llamaron y aunque me llamaran para invitarme a alguna carrera no iría”. Y explica que es “porque el automovilismo no me interesa, no miro carreras, la poca información que sé es por lo que veo que la gente publica en Facebook. Yo antes a las carreras las seguía e iba porque me gustaba acompañar a mi papá en lo que a él lo apasionaba, pero siempre digo que si él no se hubiera dedicado nunca a ese deporte jamás me hubiera sentado adelante de un televisor a ver una carrera”.

Osvaldo Morresi es hoy uno de los máximos ídolos del TC pese a no ser campeón y ganar menos de diez carreras. ¿Cómo se explica? Es que siempre corrió para ganar una carrera, no para ser campeón. Su actitud de ir a fondo cautivó a sus seguidores, pero nunca se encandiló por las luces de la fama. Además, se hizo querer en la gente y ganó el respeto de todas las hinchadas. Se cumplen 30 años del último vuelo del Pato, el ídolo que ganó hasta el día de su muerte.

 

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