MOTOS CLASICAS
8 de diciembre de 2025
Antonio García (73) presente en el 7° Rally de Saladillo, construyó la réplica del Varón Rojo a escala real

Para que conozcan a este personaje y genio, hace falta una pequeña pero gran historia….
Antonio García, 73 años, fanático de Pirincho Cicaré, ya había venido a Saladillo en el 2024 con su moto, cuando el grupo local realizó el 66° Rally Nacional de motos Antiguas. Esta vez, vino en auto, pero con el espíritu intacto de ser también un fanático de las motos antiguas y su objetivo esta vez fue venir para saludar y apoyar la movida saladillense.
Para que conozcan a este personaje y genio, hace falta una pequeña pero gran historia….
En la mañana del domingo 21 de abril de 1918 un proyectil atravesó el torso de Manfred Von Richthofen mientras volaba sobre el norte de Francia persiguiendo a un avión enemigo. Su triplano Fokker Dr. I pintado de color “rouge” continuó su vuelo perdiendo altura gradualmente hasta que se estrelló en cercanías de Vaux-sur-Somme, un pueblo remoto que aún hoy, un siglo después, se presenta como el sitio donde fue derribado y muerto el Barón Rojo. Efectivamente, el piloto perdió allí la vida, a sus 25 años recién cumplidos.
Su nombre y su historia se repite en infinidad de libros y películas. En distintas partes del mundo, pilotos amantes de la aviación clásica vuelan réplicas de su particular avión, el épico Fokker Dr.I color “rouge”.
En 2008, el piloto Antonio García (73) convocó a su amigo Héctor Puga (66), luthier experto en bajos, guitarras, violines y chelos, para emprender una tarea titánica: construir una réplica del épico Fokker Dr.I a escala real que tuviese la capacidad de volar. Los dos son, por supuesto, aeromodelistas.
Durante un tiempo, al principio, se concentraron en distintas lecturas sobre el avión. Necesitaban comprender cómo se comportaba el Fokker Dr.I en vuelo, ventajas y desventajas, sus características generales… En definitiva, querían desentrañar los secretos que anidaron en la cabina de este caza emblemático creado hace más de cien años.
La base de operaciones fue la casa de Antonio en Remedios de Escalada, Lanús Oeste. Allí comenzaron los trabajos. El primer desafío fue conseguir planos del avión. Seleccionaron a dos proveedores y también enviaron a dos personas a tomar medidas de réplicas existentes en el mundo.
Luego se presentaron nuevos desafíos. Por ejemplo, debían pensar en un motor alternativo al original Oberursel que, como motor de época, era rotativo y giraba con la hélice. El precio de mercado -que además requería restauración y puesta a punto- estaba fuera de su alcance. Por eso tomaron la decisión (“feliz y acertada decisión”, corrigen) de instalar un motor Warner Scarab 50 A de 145 caballos de fuerza.
En 2012 el proyecto se detuvo “por tiempo indeterminado”. Por ese entonces los esmerados constructores ya habían resuelto reemplazar las ruedas del triplano por llantas de una motocicleta Harley Davidson de 1930. Fue un acierto de Antonio, fanático de las motos.
Retomaron el trabajo siete años después, en 2019. Y la ilusión de concretar el proyecto fue haciéndose realidad. Antonio y Héctor, con sus finas manos de luthier, dibujaron plantillas y cortaron las costillas de la nave, también soldaron tubos de acero. Importaron la madera de distintas partes del mundo: terciado de Abedul de Alemania, caoba de Finlandia y pino canadiense.
Para los vecinos fue impactante ver cómo se pintaba el avión, un “clásico” de la Primera Guerra Mundial, en una antigua carnicería del barrio que había cerrado sus puertas tiempo atrás. El gancho para colgar la media res -o la “ganchera”, como le dicen en la jerga los carniceros- fue clave para colgar el fuselaje y alas del triplano cuando recibió su baño de pintura roja. O, mejor dicho, “rouge”.
Antonio y Héctor utilizaron pintura poliuretánica que adquirieron en una pinturería cercana. Tras nueve días de trabajo (en los que prepararon la pintura, la esparcieron con un pulverizador y usaron un ventilador para secar la nave y forzar la salida del polvillo a la calle y al patio lindante) el Fokker del Barón Rojo comenzó a tomar vida.
Recién entonces comprendieron lo increíble de su hazaña. Habían logrado una réplica de alta fidelidad con tres herramientas principales básicas: una sierra sinfín que Héctor utilizaba en sus trabajos como luthier, una sierra circular que utilizó Antonio y una garlopa que usaron para el cepillado de la madera.
El vuelo de bautismo
Finalmente, llegó la hora de la verdad para el triplano de Antonio y Héctor, hecho “a imagen y semejanza” del mítico Fokker Dr.I.
El triplano fue llevado al Aeroclub Río de la Plata en Berazategui para rodarlo en tierra. Antes hubo palabras de agradecimiento para quienes prestaron apoyo “emocional y económico”, fundamentales para que semejante empresa llegase a buen destino. Luego Antonio subió a la cabina y se sentó en un asiento similar al que utilizo Richthofen. La fina hélice de madera comenzó a girar y el triplano cobró vida. Desde tierra, Héctor observaba emocionado la maravilla que había creado con su amigo. Antonio se limitó a carretear con el avión y enseguida se dio cuenta de que necesitaba un nuevo cambio: el triplano llevaba un patín de cola como el avión original y decidieron cambiarlo por una rueda. Luego vinieron las corridas por la pista, algún salto para comprobar si el Fokker volaba y se mantenía en el aire, para luego sacar potencia y tocar la pista.
Sin permiso para operar, Antonio no podía probar toda la potencia del triplano. Pero en uno de esos saltos se fue un poco alto y el biplano se mantuvo en el aire. Antonio se emocionó al comprobar que el triplano seguía elevándose y sintió que el espíritu de Richthofen lo acompañaba en aquel vuelo de bautismo. Dijo luego que tuvo sentimientos indescriptibles, “tal como un padre cuando ve a un hijo dar sus primeros pasos en la vida”. Viró en el aire y regresó a la cabecera de pista para aterrizar. Las piernas le temblaban. Enfrentó la pista y el brioso Fokker, haciendo gala de su perfecta construcción, se posó sobre el césped.
El triplano “rouge” había realizado su primer vuelo en la Argentina. Hubo una pequeña celebración, donde Antonio fumó un habano. Esa noche Héctor no pudo conciliar el sueño, su mente repetía una y otra vez el momento del despegue y el aterrizaje.
Luego llegó la inspección del triplano por parte de la ANAC, etapa que se cumplió con éxito. El inspector Fernando Valdez, de profesión Ingeniero Aeronáutico, certificó al triplano como “apto para volar”. Entonces sí, hubo fiesta para celebrar el esfuerzo de estos dos soñadores y el grupo del que los alentó.
El triplano criollo ya voló dos horas treinta minutos, siempre en cielo argentino. Su vuelo más prolongado fue de media hora. “El viento pega de todos lados y el aire es muy frío”, asegura Antonio. Por ello, el avión debe volarse con sordinas en los oídos, casco de cuero y antiparras de época, como lo realizaban los antiguos caballeros del aire.
A la réplica argentino del caza triplano aún le falta superar la última inspección, que va a enfrentar cuando alcance las 40 horas de vuelo. De superarla, se va a convertir en el primer Fokker construido en Latinoamérica y Sudamérica que vuela por nuestros cielos y con ello formar parte del presente histórico de nuestra aeronáutica argentina
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